En pleno siglo XXI hay dos afirmaciones que consideramos ciertas y que fueron el punto de partida de este trabajo:
- El crecimiento económico es el principal medio para mejorar el bienestar de la población de los países en desarrollo.
- El cambio climático es uno de los mayores desafíos que enfrenta la humanidad, y los productos y servicios que lo mitiguen o ayuden a resolverlo tendrán cada vez más importancia y tamaño de mercado.
¿Es posible armonizar estos desafíos? ¿Existen políticas públicas que permitan una sinergia positiva entre ambos? ¿Por dónde empezar?
Cada vez son más quienes argumentan a favor y promueven lo que se denominó Crecimiento Verde. Este concepto enmarca la factibilidad de lograr un sendero de crecimiento sostenible en el tiempo, procurando no agotar los recursos naturales y asegurar los servicios ambientales necesarios para el sostenimiento del ecosistema.
Lograr un crecimiento verde sin políticas de desarrollo productivo es improbable. Dicho de otro modo, cambiar la actual matriz productiva por una que priorice la sustentabilidad ambiental va a requerir cambiar el sistema de estímulos económicos en el que esa matriz se desarrolla. Para eso, es necesario observar su estado en el presente: por un lado, el daño y agotamiento de recursos no está siendo internalizado por las firmas no verdes, ya que existen pocos incentivos para adoptar métodos de producción que minimicen la carga ambiental. Por otro lado, las empresas que sí invierten en la adopción de tecnologías limpias no obtienen una rentabilidad proporcional a todo el beneficio ambiental que generan.
Pero cambiar hacia formas de producción sostenibles implica, además, romper con tecnologías arraigadas y de uso extendido, lo cual requiere de esfuerzos no solamente económicos sino también culturales y sociales. Se vuelve imperiosa la coordinación entre los diferentes agentes y no basta con el comportamiento autónomo de empresas en función de puros incentivos de mercado. Incluso si pudiéramos contar con eso, lo cierto es que las empresas realizan los cambios necesarios en horizontes de tiempo tan largos que los nichos son ocupados antes por países con políticas activas de desarrollo en esa dirección.
Sabemos entonces que crecer hacia estos productos verdes es beneficioso tanto para el Estado como para las empresas y las personas. Ahora bien, la certeza sobre la necesidad de las políticas de desarrollo productivo verdes (PDPV) para impulsar sectores y empresas dinámicas y ambientalmente sostenibles no resuelve una pregunta difícil, práctica y concreta: ¿hacia qué sectores deben dirigirse los esfuerzos de la política productiva en Argentina?
Afortunadamente, adoptar una perspectiva de complejidad nos permite contar con algo que nunca antes habíamos tenido a disposición: mapas y brújulas que nos orientan en la planificación de esos esfuerzos de desarrollo productivo.
Un panel de instrumentos
¿Podríamos, llegado este punto, usar el Espacio de Producto para entender el presente de nuestra matriz productiva y diseñar un futuro de mayor complejidad? Claro que sí, y sería un gran paso hacia adelante, pero implicaría concentrarnos solamente en el universo de la complejidad, sin prestar especial atención a la dimensión ambiental del desafío.
Elegimos, entonces, ir por más: vamos a construir un mapa de la matriz productiva verde usando una perspectiva de complejidad y lo vamos a usar, tanto para entender el pasado y presente de nuestro país, como para diseñar un plan de futuro posible que busque maximizar la complejidad de un grupo especial de productos: los productos verdes.
Así, vamos a recortar el universo. En el trabajo del Atlas de Complejidad Económica usaron los datos de alrededor de 1000 grupos de productos de la Organización Mundial del Comercio (OMC) para construir un mapa completo pero de baja resolución, ya que incluía pensar en grupos de productos (para esto, se usaban solamente los primeros 4 dígitos de la clasificación).
Nuestro objetivo va a ser explorar un universo más chico prestando especial atención al subespacio de productos verdes y, al mismo tiempo, hacerlo con mayor granularidad (usando ahora 6 dígitos de la clasificación), lo que nos permitirá mirar grupos más pequeños y detallados de productos más específicos.
Pero ¿qué son exactamente los productos verdes? Son aquellos que brindan servicios ambientales, que son insumos de otros productos verdes, o que son más eficientes en términos de uso de recursos. Afortunadamente, contamos con el trabajo de Mealy y Teytelboym (2020) que proponen el universo de productos verdes utilizando clasificaciones de la OMC, la OECD y la Asia-Pacific Economic Cooperation (APEC).
Esta clasificación nos presenta 293 productos verdes que van a ser nuestro universo y que ahora podemos mirar en detalle.
Métricas verdes
Si retomamos las métricas de complejidad que ya conocimos en la parte 1, podemos pensar que para todas ellas habrá un equivalente verde: una aplicación de las mismas formalizaciones pero aplicadas ya no al total de los productos, sino solamente al subespacio de productos verdes.
Donde antes calculamos un Índice de Complejidad Económica (ICE), vamos a lograr generar una nueva métrica equivalente para nuestro subespacio verde: el Índice de Complejidad Verde (ICV), que captura el nivel de competitividad que tiene un país para producir y exportar productos que sean al mismo tiempo verdes y complejos.
De la misma manera, donde antes calculábamos la Perspectiva de Complejidad Futura (PCF), que identificaba cuáles eran los productos más cercanos a la estructura productiva actual (VCR>1) y los ponderaba por su nivel de complejidad económica (ICP), ahora vamos a poder calcular una Perspectiva de Complejidad Verde (PCV), que va a cumplir con la misma tarea de identificar los productos cercanos y de alta complejidad, pero observando el subespacio de productos verdes. Es decir, vamos a identificar los productos verdes más cercanos a la estructura productiva actual (VCR>1) y los vamos a ponderar por su nivel de complejidad económica (ICP)
Argentina en el mundo: presente alarmante, futuro posible
Contando con un panel de instrumentos (un conjunto de métricas) especialmente diseñado para observar la matriz productiva verde, podemos empezar a utilizarlo para comprender el contexto mundial así como la posición de Argentina en el mundo. La pregunta obligada es: ¿dónde estamos?
Los datos actuales dejan claro que América Latina se encuentra rezagada en términos de complejidad verde (ICV), con excepción del caso de México (puesto 24).
De la misma manera, si miramos ahora el ranking de Perspectiva de Complejidad Futura Verde (PCV), los países que mejor se posicionan son de nuevo México (47), Brasil (57) y Colombia (68), aunque ninguno de ellos ocupa un lugar prominente.
¿Qué implicancias a futuro podría tener la distancia entre estos índices? Si la producción verde es el futuro, estos datos indicarían que, de mantenerse el statu quo, la región podría perder relevancia en el mapa del comercio global.
Ahora bien: ¿cuál es la situación en nuestro país? Argentina posee una complejidad media normalizada similar a la media del mundo. No obstante, se observa que la complejidad de los productos que Argentina exporta de forma competitiva (aquellos de VCR mayor a 1) es significativamente inferior a la media del total de productos exportados por el país, lo que quiere decir que nos destacamos en la producción competitiva de productos de bajo grado de complejidad económica.
También podemos ver el estado actual de la Complejidad de la estructura productiva de la Argentina observando la composición de su canasta exportadora. Si miramos el total de exportaciones, la canasta argentina tiene bajo nivel de complejidad (ocupa el puesto 73 en el ranking de países de acuerdo al Índice Complejidad Económica).
Pero, al mismo tiempo, Argentina produce y exporta casi la totalidad de los productos clasificados como verdes: de los 293 que integran esa clasificación, 268 forman parte de la canasta exportadora argentina, aunque este número disminuye dramáticamente si nos preguntamos cuántos exportamos de forma competitiva.
Para entender cómo llegamos hasta acá, tratemos primero de entender el pasado.
¿Cómo progresó la capacidad exportadora de nuestro país en términos de productos verdes en los últimos 30 años?
Para terminar de dar contexto a esto, es clave aclarar que las exportaciones verdes en Argentina siguieron una dinámica opuesta a la de los países del mundo y la región: mientras que la canasta exportadora argentina se volvió cada vez menos verde, en el mundo y en la región sucedió lo contrario.
Hasta acá, un contexto tenso pero al mismo tiempo un cimiento firme, claro y orientado por datos. A partir de esto, podemos entender que los productos verdes son los productos en los que el mundo profundizará mayor producción y consumo, y que por lo tanto la Argentina debe invertir esfuerzos activos en cambiar su trayectoria actual. Si no lo hace, encontrará cada vez más dificultades para integrarse en estas nuevas cadenas globales de valor.
Afortunadamente, también estamos a punto de encontrar algunas muy buenas noticias sobre lo que Argentina puede hacer con su futuro.
Cuando ambiente, desarrollo, presente y futuro se alinean
Una pregunta recurrente en nuestro país es si la sustentabilidad ambiental y el desarrollo se encuentran o no necesariamente en tensión.
Afortunadamente, la serie de indicadores con los que ya contamos nos permiten hacer esa pregunta de manera concreta.
El primer paso es observar que, si bien toda la canasta exportadora argentina tiene una media de Complejidad Económica de 0,012, cuando miramos la media de Productos Verdes vemos que se dispara a 0,479. Esto implica que la especialización del país en productos verdes no solo sería beneficiosa por su contribución al cuidado del ambiente, sino también por su aporte a la complejización de la canasta exportadora y a la aceleración del crecimiento económico.
Esta alineación sugiere que es posible compatibilizar en una misma agenda objetivos ambientales y de crecimiento económico. Porque el crecimiento verde no solamente es posible sino muy conveniente, tanto en plazos cortos como largos. En plazos cortos porque genera un aumento inmediato de la complejidad. En plazos largos porque es esperable que los productos verdes sigan ganando terreno frente a sus equivalentes no verdes.
Otra tensión que podemos encontrar es entre los productos complejos que podríamos desarrollar inmediatamente y cómo su desarrollo afectaría las posibilidades futuras (en términos de métricas, respectivamente, lo que ganaríamos en Complejidad Económica y lo que ganaríamos en Perspectiva de Complejidad Económica). A veces, desarrollar la matriz productiva en una determinada dirección puede generar una ganancia de complejidad a corto plazo, pero empeorar la trayectoria de la de complejidad futura. Ese costo se debe a que las capacidades asociadas a algunos productos pueden desplegarse con mayor facilidad para la producción de una mayor variedad de productos que para la producción de otros.
Esta relación entre la ganancia inmediata de complejidad (ICE) al desarrollar un producto y la ganancia en perspectiva de complejidad económica (IPC) es muy informativa para comprender los distintos tipos de aproximación estratégica que un país puede tomar dada su situación presente.
Visualizar estas relaciones en el espacio puede ayudarnos a capturar ideas intuitivas sobre estos grupos de estrategias generales.
Si miramos solamente el subespacio de productos verdes, la situación se hace más clara para Argentina porque la relación entre ICP y PCF para los productos verdes que podríamos desarrollar tiene una gran ventaja: ¿cómo se relaciona la complejidad que me aportaría desarrollar los productos verdes en los que aún no tengo VCR y su valor estratégico para avanzar hacia más productos complejos en el futuro? Cuando observamos solamente los productos de la canasta verde, la respuesta es “muy bien”.
Esta es la segunda excelente noticia para nuestro país: el futuro inmediato y el futuro de mediano plazo se encuentran alineados.
En el caso de Argentina, lograr efectivamente la exportación competitiva de productos verdes aumenta las posibilidades futuras de desarrollar productos verdes (y no verdes) todavía más complejos, con el consiguiente aumento de la Complejidad (tanto verde como total) y resultando en crecimiento económico.
No tenemos que elegir entre ganar complejidad en el corto plazo o ganarla en el largo, ya que el estado actual de nuestra matriz productiva es tal que existe un ciclo de retroalimentación positivo.
Tenemos, entonces, un futuro posible esperanzador. Uno donde el desarrollo a corto plazo de productos verdes complejos que deviene en mayor crecimiento económico, mejor distribución del ingreso, menores emisiones y todas las métricas que, en general, le siguen a un aumento en la Complejidad Económica.
O sea que, al mapa y a la brújula, ahora le agregamos una estrategia. Momento de pasar al próximo nivel: la táctica. Una visión concreta sobre el desafío (y oportunidad) por delante.
En la próxima parte vamos directamente a responder preguntas concretas: ¿cuáles son estos productos verdes de los que tanto hablamos? ¿Qué tan lejos están de la situación actual? ¿Cómo se relacionan entre sí? ¿Tienen características comunes que los agrupen? ¿Cómo usamos todos estos conceptos para armar una cartera de Crecimiento Verde? ¿Qué otros factores de la realidad tangible necesitamos incorporar al análisis? ¿Qué limitaciones tiene?
Realidad concreta, ahí vamos.